René Mendoza V, René Gómez F., Marcelo Rodríguez, Manuel Bermúdez y Edgar Fernández
La roya, una enfermedad producida por el hongo Hemileia vastatrix, va afectando según CONCAFE al 30% del área del café que son de 172,000 mzs, la cosecha del café en este ciclo según FUNICA será 400 y 450 mil quintales menos, y debido también a los precios bajos del café, APEN afirma que vamos a exportar US$ 70 millones menos, y CETREX dice que US$100 millones menos. Ante esta situación, diversos sectores afirman que no tienen crédito, que su café es de hasta 40 años de edad, y reclaman un programa del Estado: renovación del café (CONACAFE habla de 65,000mzs, 38% del total), apoyo en fertilizantes e insumos químicos, y capacitación a los técnicos. En este artículo, antes de apresurarnos a hacer estimaciones, recurrir a viejas recetas técnicas, y frotar nuestras manos por recursos, invitamos a estudiar el caso y buscar soluciones reales.
Partamos preguntándonos qué pasa con la roya. La roya es un hongo que infesta a la hoja del café, echa semillas (esporas) que con el calor (temperaturas de 22 a 24 grados centígrados) se multiplica y crece en la hoja. Esa hoja se cunde de roya, no puede respirar y se enferma, y la planta produce poco café. Las hojas jóvenes resisten, mientras las viejas sucumben. O sea, un café débil malnutrido (sin o poca fertilización) en un ambiente húmedo por la mucha sombra y maleza, sin luz y aire, es un terreno adecuado para que la roya prospere. Los cafetales bajo manejo orgánico y más ecológico van sufriendo más que los “tecnificados” con menos sombra, más densidad de plantas y más fertilizados. Esta situación de la roya se dio ahora y no en años anteriores debido a la alta producción del ciclo pasado (2011/2012) que hizo que los cafetales quedaran más debilitados que en años anteriores, y en este ciclo se presentaron fuertes humedades por el cambio climático, lo que facilitó la esporulación de la roya con la que convivíamos en el país a pequeña escala, incluso hizo que el ciclo de la roya que es de 30 días pasara a ciclos de hasta 22 días. En fincas con buen manejo Y con vecindades que también tienen buen manejo, la roya no entra. La roya nos hace levantar la cobija encontrándonos con otros problemas más: 1) cafetales viejos y baja densidad poblacional, variedades poco resistentes a la roya; 2) técnicos con visión parcial no sistémica y des-actualizados con factores como el cambio climático, y peor aún reconvertidos en acopiadores de café y colocadores-cobradores de crédito; 3) falta de financiamiento; 4) incapacidad institucional de prevención; 5) débil capital social local…
Ahora crucemos lo técnico para ampliar nuestra pregunta. Si la roya se extiende fundamentalmente por mal manejo, y el manejo requiere de recursos, nos percatamos que en los últimos 6 años tuvimos los mejores precios del café de los últimos 30 años. ¿Por qué si había recursos no hubo buen manejo del café? Una respuesta fácil, inspirado en la filosofía liberal, sería decir que “los productores individualmente se descuidaron,” apoyados en el neoliberalismo diríamos que “no dejaron trabajar al mercado” para que los grandes despojen más rápido a los “descuidados” pequeños productores de sus tierras con café, y respaldados por la cultura del estado benefactor clientelista y la cultura de los donantes diríamos que es “por falta de recursos.” Este rezo ya no convence.
¿Significa buenos precios mejores ingresos para los productores? En un estudio publicado en la Revista Encuentro, 2012 (“¿Institución patrón-dependiente o indeterminación social? Genealogía crítica del sistema de habilitación en el café”), Mendoza, Fernández y Kuhnekath estiman que un 40% de los productores de café son presos del sistema de habilitación, una institución de siglos, por el cual, no importando el precio internacional, ellos venden parte o el total de su café entre mayo y julio de cada año en US$45/qq (15+15+15); o sea, la paradoja es que el café genera altos recursos pero no necesariamente para los pequeños productores del café que son el 90% de los cafetaleros del país. El estudio también muestra que el costo de comercialización, incluyendo en las cooperativas, subió, por ejemplo el beneficiado seco de US$6/qq hasta antes del 2000 a 9/qq en los últimos 6 años; se profundiza la manipulación del peso (14% por saco cuando es húmedo) y de la calidad (3-4% por saco) del café en perjuicio de los productores. En otro estudio, Bastiaensen, Marchetti, Mendoza y Pérez (“After the Nicaraguan Non-Payment Crisis: Alternatives to Microfinance Narcissism”), presentado en la conferencia de “microfinanzas y nueva izquierda en América Latina” en Bélgica, 12 y 13 de noviembre 2012, muestran que la crisis de las microfinancieras hizo que el crédito agropecuario baje drásticamente desde el 2009, algo que seguramente contribuyó a que el sistema de habilitación antes mencionado se expandiese. Las zonas con peores caminos, propiedades no-legalizadas, productores menos organizados y con menos presencia de instituciones financieras, hay más habilitación y más dura la usura.
En otros casos los ingresos fueron “desviados.” Algunos líderes maniobrando a sus organizaciones compraron café en el ciclo 2011-2012 de forma descontrolada buscando sacar jugosas ganancias, pero que tuvieron problemas de vender el café, observándose aun en los meses de agosto y septiembre 2012 bodegas de los beneficios secos repletas de café; una consecuencia fue que sus asociados recibieron poco o nada de crédito, así los cafetales se hicieron aún más vulnerables. Otras familias asociadas que tuvieron crédito y recibieron buenos ingresos por el café, no reinvirtieron en sus fincas, usaron dichos recursos para el consumo (alimentación, mejora vivienda, compra vehículos).
Esta dimensión institucional que se va revelando apenas comienza, tiene que ver con toda la cadena de actores del café, y con las distintas organizaciones (del Estado, de la cooperación, y de las organizaciones de productores). Se necesita sustituir las “visitas” y “monitoreos” formales reducidas solo a las plantas, que terminan recogiendo “la lista del niño Dios,” por estudios que incluya a los pequeños productores del café, sus organizaciones y comunidades. Porque son ellos que conocen en vida propia sobre la cadena de “plagas” que les afecta desde hace mucho tiempo: roya, “habilitación,” costos de intermediación, asistencia técnica dispersa y recetario con lógica de oferta, recursos externos que se pierden en el camino, proyectos que excluyen a las mujeres…
También es necesario estudiar experiencias novedosas, como muestra dos de ellas. Uno se refiere a la combinación de asistencia técnica y financiamiento, entre el Instituto NITLAPAN de la Universidad Centroamericana (UCA) y la microfinanciera Fondo de Desarrollo Local (FDL). Dada la situación de la roya, se hizo una encuesta rápida al 40% de 2,424 clientes (productores de café del centro norte del país) con cartera en vencimiento entre diciembre 2012 y marzo 2013. El 92% de ellos expresaron no tener problemas con el pago de crédito ni con la roya, son productores con buen manejo del café y de sus fincas, algunos logrando hasta 80qq/mz, las plantaciones dañadas son las más viejas, sin manejo adecuado, y las del café orgánico. ¿Qué explican esos buenos resultados? Es la articulación de tres actores, Nitlapan-UCA, FDL y los pequeños productores, combinando crédito, asistencia técnica y organización familiar en torno a la renovación del café, manejo de tejido e incorporación de árboles con servicios múltiples, uso oportuno de fertilizantes e insumos químicos, manejo de pulpa y aguas mieles para el uso de biofertilizante y abono orgánicos, que restituyan los nutrientes extraídos en la cosecha y prevengan enfermedades a la planta, inversiones en beneficios y despulpadoras. Estas prácticas razonadas a nivel familiar y en grupos han ido produciendo un nuevo tipo de productores capaz de invertir en sus fincas y familias, y construir un horizonte de que es posible mejorar sus niveles de vida.
Otras novedosas experiencias se encuentran en cooperativas de primer grado con menos de 60 socios y que tienen servicios de crédito y de asistencia técnica, y que comercializan su café sea a través de otras cooperativas de segundo grado o de forma directa su café. En particular cuando buena parte del capital para crédito de estas organizaciones viene de aportaciones de sus asociados. Este tipo de organizaciones, la minoría en realidad, tienen asociados con mejor manejo de sus cafetales, mayor inversión en renovación de sus cafés, y sus asociados están concentrados en micro-territorios. Por ejemplo, la Cooperativa Solidaridad de Matagalpa no tiene roya en los cafetales de sus asociados, porque en los últimos 3 años han combinado asistencia técnica y compra-aplicación de insumos justo a tiempo, una política de podar el 20% del total del café cada año superando con ello incluso el mito de la bi-anualidad en el café (un año de buena coseche y el siguiente de mala cosecha); y porque están concentrados en un microterritorio (comunidad de Aranjuez, Matagalpa). También encontramos grupos de productores cuyos cafetales no fueron afectados por la roya, ello se debe a que su buen manejo del café está mediada por buena organización familiar (distribución de trabajos) y familia extendida en microterritorios, espíritu ahorrativo, inversión permanente en sus fincas, y aprovechamiento al máximo de cualquier proyecto (p.ej. asistencia técnica).
La roya es parte de una cadena de plagas. Nos desafía a entender la caficultura, a las familias productoras y sus redes sociales, a la cadena de actores vinculados a la producción agropecuaria, a la compleja e histórica institucionalidad, a los microterritorios con manejo de fincas que generan externalidades positivas, y también a ver las buenas experiencias. Esto incluso nos permite reflexionarlos en términos de modelos de desarrollo; por un lado tenemos un modelo extractivo de la naturaleza (también caracterizada de baja productividad por Núñez, 2012, “la crucial batalla por los rendimientos agropecuarios”, Revista Correo No. 20) con una lógica de cosechar sin invertir ni cuidar la finca de parte de los actores, incluyendo de parte de los trabajadores pobres con baja remuneración y por lo tanto sin motivación para cuidar las fincas; un modelo desigual, corto-placista, insostenible, y frágil a cualquier adversidad como la roya actual. Y por otro lado tenemos un modelo de crecimiento más sostenible, incluso ambientalmente, que reinvierte en fertilidad, con productores remunerados y con densidad social familiar y en microterritorios, y apoyados con capacidad humana y financiera para manejar sus fincas.
Si el gobierno obvia esta realidad, no distingue estos modelos, y más bien es arrastrado por una agenda política cortoplacista, entonces corre el riesgo de proponer una solución similar al Plan CONARCA que afectó a la ecología y a la viabilidad campesina en los 80s, al programa de renovación de cafetales de la administración Chamorro que beneficio únicamente a la caficultura empresarial en los 90s, o al programa bajo la administración Bolaños de reestructuración de las deudas de los productores de café con la banca comercial y las microfinancieras, sin aprovechar la coyuntura de la crisis de los precios del café para lanzar un programa de transformación de la caficultura nacional y hacerla resistente a las crisis periódicas de precios y de plagas como la roya. Conarca y el programa bajo la administración Chamorro tuvieron en común la intervención directa del Estado para promover la adopción de paquetes tecnológicos estandarizados, mientras que la administración Bolaños consideraba que el Estado no debía intervenir directamente y que debía ser dejado a las fuerzas del mercado. Una solución actual de renovación masiva de cafetales con un paquete tecnológico estandarizado, con tasas de interés subsidiadas y organizado de forma centralizada, beneficiaría a la caficultura empresarial de monocultivo del café y altamente dependiente de insumos químicos, distorsionaría al cooperativismo más interesante, afectaría experiencias novedosas como los mencionados, y por consiguiente –en sintonía con los modelos neoliberales del pasado– fortalecería el viejo sistema de habilitación y la intermediación “alagartada” que atenta contra la viabilidad campesina-finquera y abona la reproducción de las “plagas” como la roya.
La coyuntura actual es oportuna para un nuevo modelo de crecimiento más sostenible, tal como lo indican las experiencias novedosas mencionadas, marco en el cual es importante trabajar una propuesta de corto y de largo plazo. Lo más urgente, identificar las zonas contaminadas por la roya (p.ej. zonas de San Juan del Río Coco) y, para evitar se sigan extendiendo, declararlas zonas de emergencia (“cuarentena”) y proveerles manejo integral de las fincas cafetaleras infectadas: tratamiento directo del hongo con cobres y otros fungicidas, regulación de sombra y manejo de tejido (poda y recepo según plantas y áreas dañadas), fertilización (químico u orgánico) a las plantas que quedarán aún más débiles debido a la regulación de sombras, y razonamiento económico de las medidas técnicas; este apoyo debe incluir políticas que impidan el que los pequeños productores bajen drásticamente sus ingresos, se sobre-endeuden o caigan aún más en las garras del sistema de habilitación, pues ello significaría la expansión de la roya y el que los pequeños productores se paupericen.
Paralelo a estas medidas de urgencia, las siguientes políticas son fundamentales. Primero, renovación del café ponderando entre variedades que tienen mejores precios (p.ej. caturra) pero que requieren más inversión para resistir a la roya, y variedades resistentes a la roya (p.ej. el híbrido de timor o catimor) pero que tienen menor precio, más productivos y más exigentes en fertilización. Segundo, combinación de crédito (para la renovación), asistencia técnica, mercados, y organización de los productores; esto debe incluir políticas de incentivo (por ejemplo premios financieros) a productores que den pasos decisivos en buen manejo del café e incentivos para organizaciones eficientes y transparentes, medidas que harían retroceder al sistema de habilitación. Tercero, políticas que incidan en calibrar pesas, y en transparentar el control de la calidad del café y los precios según dichas calidades. Cuarto, educación financiera para que la cadena de actores ahorren e inviertan con una perspectiva de aprendizaje continuo.
Para operativizar estas políticas se requiere de un estado anuente a concertar mucho más sus políticas hacia la caficultura y los caficultores, no solamente a nivel de cadena sino también a nivel territorial. Solo de esta manera la política pública podrá responder de manera óptima a la diversidad agro-ecológica y socio-económica de los contextos productivos de la caficultura. El territorio puede volverse el espacio privilegiado de articulación entre políticas sectoriales y los actores y sus iniciativas locales. Esta orientación a favor del desarrollo territorial significa un nuevo rol para el Estado que tiene que combinar una función de regulación normativa, de apoyo a la inversión (infraestructura, etc.) así como de catalizador de procesos negociados. Específicamente ligado a este último punto tratara de cuidar a que los productores pequeños y los más empobrecidos, así como sus organizaciones cuenten y sus propuestas sean escuchadas.