Pasé la semana pasada en Nicaragua, visitando a contrapartes, y participando en un taller con cooperativas. Es un proceso que ya conozco bién después de una docena de años, pero nunca es el mismo. Cada cooperativa, cada socio o socia, tiene una historia que contar, y cada una es diferente de las otras. Unas historias son tristes. Otras son inspiradores. Otras son absolutamente dinámicas por el poder puro de su mensaje. Tal es el caso de COMUSAN, la cooperativa del banco comunal de mujeres en la comarca remota de Santa Ana.
El camino a Santa Ana y a nuestra reunión es lento y difícil, aun para un vehículo con doble tracción; la trocha es un poco más ancha que un sendero. Las panoramas le quitan el aliento a uno, contrastándose las montañas con los valles. En una meseta está una prescolar chiquita, donde las mujeres de COMUSAN esperan nuestra llegada.
Han venido de todas partes de la zona para asistir a esta reunión de exposición, orgullo, y gratitud. La cooperativa ha sido guido en su existencia por la paciencia y determinación de las mujeres, y las socias de ANIDES, la Asoc. Nicaragüense de Desarrollo Sustenible. Dos socias de ANIDES están presentes, pero el momento pertenece a las mujeres.
Lo que es notable sobre esta reunión no es solamente que las mujeres se han juntado para un propósito común (el banco comunal), sino que lo han hecho a pesar de las dificultades enormes, y han tenido un éxito llamativo. Muchas de las socias migraron a esta zona de otras partes del país, desarraigadas o por conflictos anteriores, los estragos de la naturaleza o la falta de oportunidades económicas. Sus edades cubren generaciones. Ninguna tiene antecedentes con los bancos, ni como prestatarias. La mayoría tienen poca educación formal, muchas no han estudiado más allá de la primaria. Los hombres en su vida tienen que entender que la participación en la cooperativa pertenece a las socias, a veces una lección difícil. Y aun así las finanzas del banco comunal incipiente son positivas y creciéndose, mientras las socias toman pasos pequeños y certeros para asegurar el fortalecimiento de su banco – y la cooperativa que ahora lo envuelve – para el futuro.
Es comprensible que las mujeres son timidas en cuanto a hablar en la reunión; no reciben muchas visitantes acá, y a lo mejor son demasiado modestas sobre lo que han logrado, y como se sienten sobre eso. Pedir apoyo es una experiencia de humildad por si solo. Pero la presencia de las 27 mujeres, muchas de las cuales caminaron una distancia larga para asistir a la reunión, es un testamento a su orgullo y determinación de hacer que esta entidad sea exitosa, para ellas y para sus familias.
Hay un sentido de determinación aquí, que las mujeres de COMUSAN van a asegurar que funcione esta iniciativa, a pesar de los obstáculos que enfrenten. Son prudentes. Buscan entender los procesos de su cooperativa. Las socias de la cooperativa y ANIDES van a asistir al taller de cooperativas que se va a dar más tarde esa semana. Un visitante puede sentir tanto la inexperiencia, como la intensidad de un esfuerzo colaborativo para tlograr el éxito. De hecho, un “sueño” expresado durante la visita es que la cooperativa no solamente tenga éxito, pero que sea conocida internacionalmente.
¿Son visiones ambiciosas para una cooperativa rural de mujeres? A lo mejor. Pero pues todas las grandes historias de éxitos empiezan con un sueño improbable…