La Cara de la Pérdida

Por STEVE SHEPPARD, el 7 de febrero de 2013

Una de la experiencias más sentidas de mis viajes en Nicaragua la semana pasada fue mi introducción a “la roya de café”, y el impacto que va a tener sobre las vidas rurales nicaragüenses. Sin entrar demasiado en biología, quiero compartir una realidad aleccionadora.

Esta enfermedad fúngica de las matas de café siempre ha sido un hecho de la vida de los productores nicaragüenses de café, pero las condiciones este año resultaron en “una tormenta perfecta” de circunstancias que ha permitido que la enfermedad haya impactado esta cosecha de café de una manera sin precedentes. Algunas estimaciones del gobierno sugirieron que más de 30% de la cosecha entera del país se va a perder. Pero sé de nuestras visitas la semana pasada que la aniquilación de la cosecha de muchos pequeños productores será mucho mayor que ese monto. Para muchas personas, la plaga del café señalará el fin de su sustento.

 

 

La roya puede aparecer una amenaza relativamente menor. Su presencia no es inusual, los efectos principalmente atacan las hojas de las plantas, y cuando se detecta, la propagación del hongo normalmente se puede detener por medio de un recorte oportuno y bien hecho. Se considera una de las plagas del cultivo de café, pero no una condición apocalíptica que no permita chance de recuperación. A lo mejor esa fue la actitud de algunos agricultores cuando primeramente se dieron cuenta de los síntomas: grandes manchas extendiéndose por las hojas, dejando un color revelador del óxido alrededor de los bordes dentellados de los huecos que se dan eventualmente.  Pero la roya lleva otro atributo también. Al destruir las hojas, debilitando así las plantas, la roya crea una apertura para el asalto de otra enfermedades. Y en este ciclo productivo esa otra enfermedad fue algo que se llama antracnosis.

La antracnosis mata la planta de café. Con una constancia mortal, arrasa las plantas con una velocidad y una ruina asombrosa. Es una infestación que, en la mayoría de los casos, no se puede erradicar sin arrancar de raíz y destruir la planta entera. Implica que la renovación, o sembrar nuevas matas de café, es el único camino adelante para las fincas afectadas. Pero ya que hay que esperar un mínimo de tres años antes de que las plantas nuevas den una cosecha, no es una estrategia que muchos productores rurales pueden permitir; tres años sin ingresos no es una opción. Además para los empobrecidos rurales, conseguir financiamiento sin garantía por tres años es solamente una quimera. Aun Vientos de Paz tendrá problemas con las circunstancias de una solicitud así.

 

 

Una de las áreas afectadas pertenece a una contraparte, una cooperativa de mujeres que se llama COMUNEC (Ver mi blog del 2 de febrero de 2012, “The Simplicity of Joy.”)  Hemos trabajado con estas mujeres por más de un año, quienes han demostrado determinación, enfoque, una propensión a trabajo duro y una alegría de hacerlo. Demostraron éxito tanto en su desarrollo organizativo, como en sus actividades de la producción del café durante su primer año, y han mostrado un gran entusiasmo al acercarse a su segundo ciclo de cultivar su tierra. Y de repente, en unas cuantas semanas, la realidad terrible de las enfermedades de café quitó la vida de sus plantas y sus futuros sin mucho ruido. Al visitar varias de las parcelas de las mujeres, fui testigo de la cara de la pérdida, no solamente en las bandolas estériles de los árboles de café sin vida, sino también en las caras de las mujeres jóvenes quienes habían invertido tanta esperanza y esfuerzo en cultivarlos. La vista de ambos lados parte el corazón y puede quebrantar hasta el fondo el optimismo de cualquiera. La situación grave de estas pequeñas parcelas es suficiente severa – en algunos casos la pérdida estimada es 80% – que muchas de las pequeñas productoras no van a poder recuperar.

 

 

 

Las historias del éxito aquí y de otras instancias de financiamiento frecuentemente llevan el sentido del triunfo, la debilidad superando la fuerza, el bien sobre el mal, el correcto sobre el incorrecto. Tales anécdotas nos hacen sentir como si el mundo fuera un lugar al final de cuentas que tiene sentido, donde nuestra persistencia y dedicación nos recompensan de la manera que sentimos intuitivamente deben. Me gusta escribir sobre esas historias, también, porque me permiten pregonar la creencia que el mundo está en algún tipo de orden apropiado, que podemos contar con ciertos resultados si solamente conocemos las reglas del juego que estamos jugando. Pero a veces los resultados no corresponden a la integridad de los esfuerzos, ni a las reglas que pensamos que debemos seguir. La injusticia viene en múltiples formas, estructuras políticas, sociales, económicas, y sí, aun de la Madre Naturaleza misma. Y a veces, lo único que podemos hacer es ponernos al lado de nuestras contrapartes y estar presentes con ellas de cara a la pérdida….

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