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Contra corriente

Contra corriente

Los salmón son unos de los mejores profesores nuestros. Observamos los salmón jovenes viajando al mar, y los observamos regresando a casa. Observamos los muchos obstáculos que tienen que superar. Los observamos cumplir con el círculo de la vida, justamente como nosotros tenemos que hacer. Y si los salmón no están aquí, se rompe el círculo y todos nosotros sufrimos.

– Leroy Seth, El Tribu de Nez Perce

Para muchas criaturas de esta tierra es una verdad que el progreso y el éxito tienen que ser forjado de cara de muchas corrientes. Como los salmón del Pacífico noroeste, y los pueblos indígenas que dependían de ellos, sus historias definen la idea misma de luchar contra la marea. Y como sus primos lejanos norteamericanos, los y las nicaragüense rurales se han encontrado luchando contra corrientes suyacentes, tanto de dentro como de fuera del país, por generaciones. Como los salmón, los y las nicaragüenses experimentan el nadar río arriba como un modo de vida. Pero al contrario a los salmón, los y las nicaragüenses claramente ven las posibilidades de navegar de una forma diferente.

Entonces, cuando al final del año pasado se creó el plan de que la Fundación Vientos de Paz patrocinara un diplomado en cooperativismo en Nicaragua, avalamos la idea de buena gana. La idea de desarrollar un plan de estudio integral, de buenas prácticas para productores rurales, suscitó un entusiasmo inmediato porque – a lo mejor por la primera vez – se le ofrecía a una población campesina cooperativista un menú de temas digno de cualquier empresa progresista norteamericana. Además, este programa ocuparía una semana entera de la vida de los y las participantes, un bloque del tiempo que por su definición indicó un compromiso serio de aprender. Ese deseo, junto con la realidad logística de alojamiento del estilo-dormitorio, sugerió que los y las asistentes sentían la urgencia y la importancia de convertir una oferta como ésta en un evento trascendental.

No menos importante es que los constructores del programa son líderes comprobados por su conocimiento, tanto de los materiales, como de los y las participantes.

Rene Mendoza
Rene Mendoza

Dr. René Mendoza es un investigador, profesor y escritor con una larga historia en Nicaragua, co-fundador y ex-Director del Instituto de Investigación y Desarrollo NITLAPAN de la UCA (Universidad Centroamericana). En los últimos años ha visitado y escuchado montones de cooperativas rurales, al explorar su viabilidad y sostenabilidad, de cara al cambio económico nacional y mundial. Sigue presentando mucho de los resultados de su investigación en la forma de artículos subidos en este sitio web.

Edgar Fernandez (with Abemelet Rodriguez)
Edgar Fernandez (with Abemelet Rodriguez)

Edgar Fernández es un practicante del desarrollo rural con amplia experiencia, un colaborador frecuente con Mendoza, y también uno de los co-fundadores de Nitlapan-UCA. Un analista excepcional de las fortalezas y debilidades organizacionales, facilmente Fernández se vincula con, y inspira la confianza de, los y las productores nicaragüenses.

Ligia Guitierrez (At right)
Ligia Guitierrez (At right)

Ligia Gutiérrez es una sicóloga y una agitadora ayudando a las poblaciones rurales- sobre todo comunidades indígenas –a reconocer su patrimonio cultural y poderes de influencia y auto-determinación. De cara a la creciente disparidad económica, y la marginación de grandes sectores de la población, sus lecciones de integridad personal y auto-estima resuenan con los que temen perder la esperanza.

Pero la buena disposición de los y las participantes, y la pericia del facilitador, solamente son partes de una ecuación de aprendizaje exitoso. El otro ingrediente esencial es contenido que es, tanto digno de interés, como útil en su aplicación. Aquí la mágica de la inversión de una semana se hizo evidente desde las primeras versiones de su agenda.

Los módulos de las actividades de la semana se podrían haber copiado de un folleto de formación avanzada de liderazgo: Día 1 – Un contexto importante del estado actual de las cooperativas; Día 2 – innovaciones organizacionales (incluyendo la gerencia de libros abiertos y el proceso de mejoramiento “Lean”) de una empresa norteamericana donde los dueños son los mismos empleados; Día 3 – El género y la pérdida de relaciones y recursos; Día 4 – Los impactos del cambio climático, actuales y futuros; Día 5 – Espiritualidad en el trabajo; Día 6 – La salud personal y organizacional. (A lo mejor voy a decir más sobre cualquier o cada uno de esos temas en ensayos futuros, pero por ahora es suficiente reconocer el alcance del programa).

En medio de los IMG_2535diálogos del plenario, llenos de contenido, discusiones en pequeños grupos y la creación de planes de acciones, los días brindaron oportunidades importantes para relajarse del trabajo difícil de introspección y auto-análisis. Se cantaron canciones, había interpretaciones de baile y música por los y las participantes y visitantes, y una caminata impresionante a la alta cumbre de Peñas Blancas. Nos tiramos una pelota para presentarnos el uno al otro, tiramos bolitas de papel a los oradores y a una a la otra para mantenernos positivos de cara a los retos enormes, y

Uriselda Lopez (kept us laughing!!)
Uriselda Lopez (¡nos mantenïa en risas!)

nos reíamos sin fin a la capacidad extraña de una de las participantes de imitar exactamente el sonido de un infante llorando. De hecho, todos los aspectos intelectuales, sociales, emocionales, espirituales, laborales y físicos de nuestro bienestar personal y colectivo estaban en juego completamente durante la semana entera. Fue un evento educativo excepcional.

Al abarcar todos los componentes de la situación de las cooperativas nicaragüenses, este programa y sus presentadores lograron identificar y contextualizar la realidad y las perspectivas nicaragüenses de una manera única e importante. Tal vez por la primera vez los socios y las socias lograron contemplar sus organizaciones, su responsabilidades mutuas uno con el otro, los elementos económicos que de veras están fuera de su control, y los que están dentro de su influencia, la naturaleza de trabajo transparente y colaborativo, y la investigación que subraya todo esto. Las lecciones fueron difíciles. Las verdades fueron incómodas. Sin duda las corrientes provocaron que algunos pensaran en darse vuelta y nadar lejos. Pero la vista integral de sus vidas cooperativas, y un empuje intrínseco de superar obstáculos como “siempre lo hemos hecho así”, o “nunca vamos a poder entender”, permitieron que sucedieran transformaciones durante la semana.

El tiempo revelará cuales de los y las posibles innovadores tendrán éxito en luchar contra la corriente del estatus quo, y en cuales maneras. Tal vez como los salmón, hay voluntad innato y suficiente para completar el viaje que es la vocación de sus vidas, de satisfacer las necesidades más básicas de trabajo y sustento y dignidad. En un sentido muy real, sin esa posibilidad se rompe el círculo de sus vidas, y todos nosotros sufrimos….

The "Others"
“Los Otros y las Otras”

Cuando cumpla sesenta y cuatro

Por STEVE SHEPPARD el 12 de enero de 2013

“When I get older, losing my hair, Many years from now…. Will you still need me, will you still feed me, when I’m sixty-four?”

“Cuando yo sea más viejo, perdiendo el pelo, dentro de muchos años… ¿Todavía me necesitarás?, ¿todavía me alimentarás, cuando tenga sesenta y cuatro?”

Los Beatles grabaron una canción en 1966 que se llamó “When I´m Sixty-Four” una melodía caprichosa cantada por un joven a su novia, un interrogante sobre su vida en el futuro. La canción también es una graciosa referencia a la brecha generacional, al intentar imaginarse la vida a esa edad muy madura. La historia dice que Paul McCartney escribió la canción a una edad muy joven, y cuando su papá iba a cumplir sesenta y cuatro años. Cualquier persona de mi generación, al escuchar la canción allá en los años 1960s, teníamos poca curiosidad de pensar en llegar a la edad de sesenta y cuatro, una edad que nos parecía tan antigua como el sistema planetario. Para un adolescente, imaginarse la vida a tal edad tan avanzada fue un poco cómo imaginarse la vida en la luna: era lejana, de otro mundo, e improbable. Pero de repente estoy en el umbral de cumplir sesenta y cuatro.

No es un cataclismo, ni un hito muy importante. O sea, todavía tengo empleo en un papel que aprecio, tengo buena salud, estoy activo físicamente y mentalmente, con una esposa a quien amo muy profundamente todavía, con cuatro hijos crecidos quienes me llaman y visitan. No parece que la vida se me está menguando. Sin embargo, según las estadísticas, ya estoy bastante dentro de la última cuarta parte de mi vida. Entonces la melodía de los Beatles me ha dado a pensar sobre cualesquier impactos que pueda haber creado hasta la fecha, sean buenos o sean malos, a contemplar los logros que me quedan adelante, y a preguntarme en voz alta si mi existencia ha demostrado una buena administración de la vida con la cual he sido bendecido. Es una ejercicio tenue, nacido tanto de una necesidad de afirmación, como de una evasión de miedos: espero dejar buenas huellas, pero temeroso que no lo haré.

Sospecho que las misma incertidumbres se remueven dentro de muchos de nosotros. Nos han dicho otras personas que, por solamente hacernos las preguntas demostramos nuestra conciencia de una obligación de administración, que por sí mismo puede asegurar el alto carácter de nuestro paso por este mundo. No tengo mucha confianza sobre esa conclusión. Las preguntas son un buen comienzo, pero un final incompleto. Entonces sigo buscando ese “boletín de notas” para informarme si estoy aprobando esta clase de administración que se llama la vida. Y tengo la preocupación que la prueba no se va a evaluar poniendo las notas en una curva, sino, según una medida más absoluta. Reviso las notas de mi vida, incluyendo mi lista de las 10 principales medidas de responsabilidad administrativa, y veo temas como la honestidad, la generosidad, el respeto hacia otras personas, el ambientalismo, la conservación, el aprendizaje de toda la vida, la espiritualidad, el cuido de mi ser físico. Quisiera saber el contenido del examen para cada uno de estos elementos. ¿Ya tomé el examen?

“Déme su respuesta, llene un formulario…”

 

Un autor de gerencia Peter Block, escribió un libro sobre la administración hace varios años (1993) que se llama El Servicio Como Estilo de Management: Stewardship[1]. Todavía es uno de los mejores escritos sobre el tema que he encontrado jamás, y una parte de esa obra se queda en mi conciencia aún hoy, veinte años después de mi lectura original, y muchos años después de terminar mis papeles de gerencia corporativa. Block describe stewardship como “escoger el servicio sobre el interés propio, y crear la redistribución de poder, metas y riqueza.” O sea, Block sugirió que en la búsqueda de hacerse hábil en stewardship (en este caso, el fortalecimiento organizativo), la clave se encontraría en el ascenso de los otros.

Casi en el mismo momento, Robert Greenleaf estuvo enseñando un pensamiento muy parecido en su folleto paradójico The Servant as Leader. “El líder servicial asegura que se responda a las necesidades más prioritarias de otras personas. La mejor prueba, y la más difícil de aplicar, es: ¿crecen como personas la gente que se atiende? Al ser atendidas, se hacen más sanas, más sabias, más libres más autónomas, tienden más a ser serviciales? ¿Y cuál es el efecto sobre los menos privilegiados de la sociedad? Se benefician, o, por lo menos, no terminan siendo privados aún más?” Las palabras de ambos autores me abrieron perspectivas de pensamiento que dramáticamente impactaron mi comportamiento, tanto en mi trabajo, como en mi vida personal. Pero todavía me pregunto si al fin y al cabo me hicieron un mejor administrador. Me hubiera gustado estudiar más para el examen.

“Trabajando en el huerto, sacando la maleza, ¿Qué más que se podría pedir?”

Entonces al acercarme más al cumpleaños mítico de sesenta y cuatro de McCartney, aprecio la vida que ha evolucionado con los años, por declarar que yo soy, de hecho, el hombre más afortunado del mundo. De veras lo creo. Pero aunque suene muy bendecido, sencillamente aumenta mi auto-reflexión sobre lo que es la buena administración. ¿Puede uno ser verdaderamente un buen administrador, mientras se siente a la vez las buenas fortunas de un hombre dichoso? Tal vez voy a entender la respuesta en algún momento del año venidero, cuando cumpla sesenta cuatro…



[1] La palabra en inglés significa más que solamente “administración” sino tiene una connotación  fuerte de responsabilidad social,  o sea no solamente administrar, sino cuidar, hacer crecer, actuar responsablemente con su “cargo”.

Un alma servicial

por STEVE SHEPPARD, el 2 de diciembre de 2012
La semana pasada estuvo llena de historias sobre compras de navidad, descuentos especiales, el frenesí mostrado por consumidores, y si este año va a ser “mejor” que el año pasado, medido por dólares gastados por comprador. Esto puede dejarme sintiendo un poco harto sobre la temporada festiva, preguntándome qué pasó con “como todo se sentía”. Y después la historia sobre el policía de Nuevo York, oficial Larry DiPrimo salió en las noticias, y la temporada para mí ha cambiado categóricamente a mejor.
El oficial DiPrimo es el policía quien prestó atención a un hombre sin casa, sin zapatos, en las calles de Nuevo York, y llevó al hombre calcetines y botas del invierno para repeler las temperaturas bajo cero. El evento fue captado en una foto tomada por un transeúnte, una foto que ha agregado una amplitud y cierta longevidad al acto:

Ya cientos de miles de personas han visto la foto, y la foto en sí ya es un agradecimiento clásico gracias al internet. Es una historia que causa un sentido de bien por razones obvias, pero hay algo más en esta lección que aparece inicialmente.
Aún más notable que el acto de caridad en sí, fue que el Oficial DiPrimo pagó por los artículos de su propio bolsillo, sin expectativa de un reembolso, ni de atención alguna. El hecho de que el oficial se detuvo para ayudar a un hombre sin casa es una historia bonita; el hecho de que lo hizo de su propia preocupación y caridad lo convierte en un relato único. Los funcionarios públicos en nuestras vidas- policías, trabajadores sociales, consejeros- han aprendido temprano en sus carreras que no pueden resolver personalmente todos los asuntos de las vidas de sus clientes. Generalmente, lo más que pueden hacer es facilitar la asistencia de agencias o de otras organizaciones. Pero el Oficial DiPrimo sentía de otra manera. Decidió resolver este problema particular de este indigente en particular. Hace toda la diferencia en el relato, no solamente para el hombre, sino también para el oficial.
Otro elemento a esta historia que lo hace diferente de otros relatos de sentirse bien se encuentra en su deseado anonimato. Cualquier de nosotros podríamos ser motivados a ayudar cuando el resplandor de las cámaras, la sugerencia de la fama de YouTube y el estado instantáneo de héroe están en juego. Pero DiPrimo actuó al margen de las luces, sin darse cuenta de que se había tomado ni una sola foto, ni de que alguien había notado su gesto. El motivo fue desinteresado, y dar vida al dicho “el carácter es lo que hacemos cuando pensamos que nadie nos ve”. El acto de DiPrimo tuvo una pureza única.
Finalmente, esta historia capta el elemento de DiPrimo mismo. Ayudar a vagabundos sobre las aceras de Nuevo York puede ser considerado como parte del trabajo de DiPrimo. Se puede ver su generosidad como el acto de un hombre generoso, en simpatía con alguien menos afortunado, pero un acto que muchos de nosotros nos gustaría creer es parte de nosotros también. Pero DiPrimo no solamente le llevó los artículos, sino gastó su propio dinero por ellos. Al darle a él el regalo, se le ofreció a sí mismo también. No solamente dejó las cosas recién compradas con el hombre. DiPrimo actualmente se arrodilló al lado del hombre, y le ayudó ponerse los calcetines y las botas, y en el acto de dar, DiPrimo llevó esta historia a un nivel más alto que hubiera sido reportado en otras circunstancias. El servicio personal del oficial al hombre sin casa elevó este relato a un relato de dimensiones heroicas.
Esa es la razón por la cual tantos de nosotros nos sentimos atraídos a la foto y a la historia detrás de la misma. Resuena de algo profundo en nuestros corazones, que no siempre somos capaces de identificar ni explicar, pero que nos mueve tanto como cualquier emoción que podemos sentir en la vida. Inmediatamente reconocemos la rectitud del acto, el cariño que se refleja, una historia verdadera que termina-por lo menos en esa noche-con el poder del amor victorioso sobre la desesperanza. Deseamos ver un poco de nosotros mismos en el Oficial DiPrimo, y anhelamos sentir la misma compasión y urgencia de actuar que vemos en él. Sabemos que DiPrimo no es ningún santo, sino un hombre que sintió lo que a veces sentimos. Nos sentimos bien acerca de esta historia, como si hiciéramos el acto nosotros mismos. De repente reconocemos-aun si solamente por un momentito-que las posibilidades de tal servicio están vivas y bien, en algún lugar dentro de cada uno de nosotros.
La buena nueva de esta noticia aparentemente sencilla es que un hombre sin casa se hizo más cómodo por el acto de cariño de otra persona. La noticia aun más grande es que el alma servicial nos queda dentro de cada uno de nosotros, esperando su propio encuentro en cualesquier calles donde andemos…

Cuestiones de contraste

por STEVE SHEPPARD, el 16 de diciembre de 2012

Al prepararnos para la navidad, es fascinante notar tanto la naturaleza como el ritmo de las actividades que emprendemos para disponernos para la ocasión. Aparte del consumismo rampante que agarra a nuestra sociedad estos días como un virus peligroso, parece que el advenimiento está lleno de una gama de tradiciones y prácticas que se han hecho tanto una parte de la temporada como Santa Claus o el árbol decorado. Para mí, meter dinero en las calderas del Ejército de Salvación y escuchar a los campanilleros en las aceras y en los centros comerciales es una imagen simbólica que pertenece a la temporada. Hay muchos de dichos signos del acercamiento del día, y todos sirven para aumentar nuestra anticipación y gozo de este tiempo del año.

También suelo pensar acerca de la gente que he conocido en Nicaragua y como pueden estar preparándose para la navidad. Aunque nunca he estado en el país en los días y semanas inmediatamente antes de la navidad, sin embargo me imagino lo que puede estar pasando en los corazones y las mentes de la gente que conozco allá. Lo que sí sé es: a pesar de todas las similitudes estacionales que compartamos entre culturas, hay una realidades muy distintas que ocupan nuestras perspectivas respectivas.

Esta noche mi esposa y yo iremos al campamento local donde organizaciones locales han donado docenas de exhibiciones de luces para deslumbrar a los niños de todas las edades. Se pide una donación de libre voluntad de los visitantes para ayudar a organizaciones locales de caridad en este momento ocupado del año, y a cambio de esa donación nos encaminaremos por el campamento y contemplar unas exhibiciones muy impresionantes alumbrando la noche. Después iremos por una parte del pueblo y fijarnos en exhibiciones individuales en muchas casas, algunas de las cuales dejarán boquiabierto por su tamaño e iluminación. En Nicaragua, no se suele usar la energía eléctrica de tal forma. Hay luces festivas montadas en algunas de las plazas e intersecciones en la capital de Managua, puestos allá por el gobierno y de hecho dejados allá todo el año, como un tipo recordatorio diario de la generosidad del partido de gobierno. Por lo demás, la electricidad, cuando está disponible, se reserva para propósitos más necesarios, y el lujo de luces festivas individuales es menos frecuente.

Hemos estado en la temporada alta de hacer compras por varias semanas ya, con compradores desesperadamente buscando los artículos que hará inflar sus gastos totales de regalos este año a un promedio de US$450 por cada familia por todo el país. Mis amigos nicaragüenses darán regalos a uno y al otro también, pero en escalas mucho más pequeñas. Después de todo, los $450 que cada uno de nosotros gastaremos solamente en regalos de navidad representa casi la mitad del ingresos promedio anual (average annual income of) de familias en Nicaragua.  Allá, se gasta el dinero en lo que se necesita. Aquí, se gasta el dinero de regalos en lo que uno quiere, en gran parte porque – para la mayoría de nosotros – las necesidades verdaderamente esenciales han sido satisfechas como un modo de vivir. Es el ipad re-emplazado por una bolsa de rosquillas.

En el norte, tendemos a ser un poco esquizofrénicos sobre la comida de las fiestas navideñas: tenemos muchas ganas de la auto indulgencia que nos rodea en estos días, y nos avergonzamos sabiendo que estaremos llenos de remordimiento después. El exceso de nuestra dieta festiva tanto nos encanta como nos disgusta, hartándonos, y después maldiciendo el resultado. Nuestros vecinos al sur celebrarán con comida también, pero la utilizarán como la necesidad que es, en vez de una demostración de abundancia que puede llegar a ser.

Las festividades de este año tiene su contexto. En los EEUU nos acercamos a las festividades con la incertidumbre inquieta sobre el inminente “precipicio fiscal”, su presencia un factor moderando de nuestras celebraciones. Consumimos y gastamos en esta temporada festiva sin saber si vamos a poder costearlo el próximo año. Es un reconocimiento molesto que, aunque no nos para, sin embargo nos hace cuestionar si realmente vamos rumbo a tomar el gran paso hacia el vacío en el futuro próximo. En Nicaragua no hay tal incertidumbre. El paso hacia el vacío se tomó hace mucho tiempo, y la caída libre resultante se ha disminuido poco desde entonces. Para los nicaragüenses, el asunto es el aterrizaje. Podríamos desesperarnos de tener menos ingresos discrecionales para gastar en nosotros después de tener satisfechas esencialmente todas nuestras necesidades; los nicaragüenses todavía se preguntan sobre satisfacer esas necesidades. Como resultado, las bendiciones navideñas asumen otro tono y textura.

Navidad es uno de los días festivos raros que se celebra en casi todos los países del mundo. Sea visto como la celebración del nacimiento de Jesús, o sea visto sencillamente como un momento de dar gracias y cambiar regalos, es un día tan universal en la vida del mundo como ningún otro. Pero, como en el caso de las verdades más universales, nuestra perspectiva forja nuestras percepciones…

La intersección cerrada

Y usted pensaba que su viaje diario al trabajo era difícil

¡Y usted pensaba que su viaje diario al trabajo era difícil!

por STEVE SHEPPARD, el 29 de diciembre de 2012

El viaje del mes pasado a Nicaragua fue memorable por varias razones, no menos por un encuentro que experimentamos en el camino al norte para unas reuniones. Cerca de la municipalidad de Ciudad Darío, el tráfico empezó a ponerse muy lento. Unos kilómetros después se había parado completamente. Manifestantes se habían tomado la carretera en una intersección principal algunos kilómetros adelante, en una protesta bien planificada debido a los altos pasajes de bus. Se hicieron entender por medio de parar todo. Buses, camiones, carros, todos inmóviles. Y allá nos sentamos, atascados por detrás y por adelante, el tráfico parado tanto del norte como del sur, un embotellamiento completo en el campo.

La intransitabilidad de la carretera resultó ser suficiente significativa para aparecer en las noticias por todo el país, incluyendo una foto en la primera plana de uno de los diarios, que aparece arriba. Los manifestantes tuvieron éxito en hacer conocer su descontento, si no corregir la situación. Estaban molestos acerca de los aumentos en los pasajes del bus que habían experimentado recientemente, y fundamentalmente demostraban que si ellos no iban a poder viajar en bus, nadie más iba a viajar tampoco. He pensado sobre esos manifestantes y su embotellamiento, y me he preguntado tanto acerca de la génesis de sus acciones, como si augura algo para el futuro como tal.

Estoy bastante convencido que la razón por el aumento en el pasaje de bus fue el costo de combustible, y al subir los precios del combustible, los pasajes de bus tuvieron que seguirlos. Es la misma fórmula en el mundo entero, pero el bocado a los presupuestos personales de los pobres se siente más pronto y más profundamente que para el resto de nosotros. Además, los nicaragüenses del campo no tienen otra alternativa práctica a los buses atestados de gente que andan en el campo; son verdaderos rehenes a tanto las rutas sinuosas como los pasajes que cobran. Cuando el precio del combustible sube en los EEUU, los choferes se quejan y pagan el aumento. Cuando el precio del combustible sube en Nicaragua rural, el aumento resultante en el pasaje cambia el flujo y reflujo de la vida dramáticamente, y muy rápidamente. Por lo tanto, las manifestaciones.

No tenía sentido maldecir el atasco, y no nos causó inconveniencia verdadera. El atraso nos dio una oportunidad bienvenida, de hecho, de bajarnos y estirarnos al lado de la carretera, una diversión que se apreció de hecho. Por los dos lados, hasta donde uno podía ver, la carretera estaba llena de vehículos. Varias veces durante la espera, los vehículos se adelantaban apenas un poco, causando a los otros choferes a correr hacia sus vehículos en espera del fin de embotellamiento. Pero cada vez, el adelantito chiquito terminó siendo nada mas que las ilusiones de choferes impacientes, tratando de llenar cada espacio disponible en espera de avanzar. (En un caso particularmente “urgente”, el adelanto brusco repentino interrumpió a un pasajero del camión cuya necesidad de aliviarse no podía esperar más, pero cuya cobertura que le brindaba el camión se perdió cuando su chofer inesperadamente adelantó bruscamente el camión).

El embotellamiento me dio unas oportunidades interesantes de observar a las personas, y emergieron varias curiosidades. Al mirar el impacto tremendo que esta manifestación relativamente pequeña tenía sobre las vidas de muchos nicaragüenses, me hizo pensar sobre cuales tipos de escenarios se desarrollarían en el mundo en los meses y años venideros. Por supuesto, algunos escenarios ya están desarrollándose, como en Grecia y España. La situación inmediata acá representaba solamente una pequeña parte de la sociedad nicaragüense frente a uno o varios aumentos del pasaje, pero ¿cuáles serán las consecuencias cuando los aumentos sean más grandes aún y más frecuentes? ¿Cómo se va a ver el escenario cuando estos impactos empiecen a ser sentidos más profundamente dentro de los EEUU y en las otras economías grandes? Ser testigo a un atasco extenso de vehículos en una carretera nicaragüense en una cosa; ¿qué efecto parecido tendrá en las ciudades principales y locales muy rurales en otras partes del mundo? De repente, al atasco frente de mi se encogió en su tamaño, al contemplar las escaseces de energía y precios más altos que se hacen sentir en el mundo entero. Imagínense, por ejemplo, no tráfico en y alrededor de Los Ángeles.

El futurista Chris Martenson ha logrado sincronizar mucho de su pensamiento en su obra, Crash Course. En el libro describe con gran lucidez las intersecciones inminentes de sobrepoblación, demandas de energía crecientes en un mundo finito de energía, economías dependientes de energía y los costos de degradar el medio ambiente. Un científico por su preparación, Martenson ofrece su trabajo no como un visionario del futuro, sino como una persona quien tiene datos disponibles para respaldar la visión del significado de estas intersecciones para todos nosotros en los años inmediatamente venideros. El cuadro no es necesariamente de perdición y penumbra, sino una visión de una existencia muy diferente para la mayoría de nosotros. Y la fila de vehículos en un tramo rural de la carretera en el centro de Nicaragua es solamente una pequeña y temprana muestra de lo que podríamos bien vivir en el corto plazo.

Ese día algunos choferes descansaban en la grama al lado de la carretera, rindiéndose a la realidad de que no iban a ningún lado muy pronto. Escuché solamente unos pocos pitidos de los carros. Los pasajeros quienes iban al norte, se bajaron de sus buses y empezaron a caminar a donde los buses yendo al sur estaban parados; los pasajeros yendo al sur hicieron lo mismo, pero a la inversa. La estrategia fue que cada chofer regresaría de donde venía, intercambiando sus pasajeros con los buses del otro lado, y seguir sus viajes al norte y al sur. No sé si funcionó, dado que los buses estaban bien apretados, uno contra el otro, pero me parecía un buen plan. El dilema compartido creó casi un ambiente festivo entre los choferes y pasajeros atorados allá al lado del camino, dando veracidad al dicho que realmente a la miseria le encanta la compañía. Para nosotros, el atraso no interfirió con nada más que nuestra llegada al hotel de esa noche, lo más una inconveniencia leve.

Pero para muchos, el atraso largo en el flujo de tráfico creó una inconveniencia grande o peor aun. Al ver la fila masiva de vehículos tan largo como daba la vista, sentí como una previsión del mundo venidero, una intersección de realidades con el potencial de hacer parar mucho del mundo, un bloqueo del flujo de la vida económica, energética y ambiental que exigirá una paciencia extraordinaria, un sentido fuerte de comunidad, y un reconocimiento más profundo de los que poseen mucho menos recursos que el resto de nosotros. Porque finalmente, ninguno de nosotros puede estar tan bien como pudiera, con tal de que los otros que nos rodean estén mal; es la limitante del eslabón más débil.

Tal vez todos nosotros necesitamos ser interrumpidos por suficiente tiempo para buscar esa intersección cerrada y entender lo que haría a nuestros viajes respectivos…

La Riqueza del campesinado

por STEVE SHEPPARD, el 14 de noviembre de 2012

En cierto sentido, es completamente apropiado que la Fundación Vientos de Paz asuma el campo de la educación como una de sus prioridades, ya que aprendimos mucho de nuestros intercambios con las poblaciones rurales en Nicaragua. Cada visita me ha abierto a perspectivas que  a lo mejor nunca hubiera conocido si no fuera por las visitas con un amplio rango de “profesores” nicaragüenses. En algunos casos, creo que estos educadores se dan cuenta que están enseñando al “gringo” algo nuevo; en otros casos, el momento de enseñanza puede pasar sin reconocimiento del impacto o significado. En ambos casos, he sido el beneficiario de lecciones que tienen el valor de un título pos-grado dadas por unos profesores increíbles. Una de dichas lecciones salió hace un par de semanas en el último día de un taller de dos días con los socios y las socias de unas cooperativas de café.

El proceso de los talleres – facilitados por los investigadores René Mendoza y Edgar Fernández – ha sido relatado en este blog anteriormente. Los talleres buscan crear entendimientos nuevos y alianzas entre los y las participantes en la cadena de la producción y comercialización de café dentro de un territorio específico. Se comparte información técnica valiosa, pero se da a los y las participantes una amplia oportunidad de ser elocuente sobre los otros factores que juegan un papel en el éxito o fracaso de los y las productoras rurales. Ellas/os abordan temas como su fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas estratégicas. Hablan sobre los obstáculos políticos y culturales que bloquean su avance. En esta ocasión también explicitaron docenas de mitos – suposiciones consideradas verdades por muchas personas, pero de hecho son falsas – cuya aceptación frecuentemente obstaculiza cambios positivos.

La lista elaborada por los y las participantes fue larga e impresionante por su envergadura; anotaciones llenando grandes hojas de papelógrafo cubriendo dos paredes de la sala, casi rodeándonos a todos con ficciones tan diversas como los y las participantes mismos. Es realmente asombroso lo que nos permitimos creer. Entre las 115 frases, se destacó una para mi: “Dios hizo a los ricos y a los pobres, y él me hizo pobre.”

Paré mi lectura de la lista de los mitos por unos momentos cuando llegué a éste. De todas las no-verdades y tergiversaciones sobre la pared, ésta me chocó como la más notoria desde varias perspectivas: invocó la presencia de Dios como una entidad que deliberadamente destinó a estas personas a ser pobres; que según el juicio de Dios, nunca dejarán de ser pobres; que su pobreza es irreversible; que por algunas razones caprichosas, la pobreza de los campesinos sencillamente “así tiene que ser”, mientras que se dispuso que los ricos vivieran cómodamente. Las consecuencias de solamente este mito contenía suficiente derrota y dolor para mantener a las familias rurales humildes en su lugar para siempre. El mismo significaba una finalidad que eliminaba todo sentido de esperanza en el futuro, la única cuerda de salvamento a la cual todas las personas tienen que aferrarse si tienen la posibilidad de vislumbrar un futuro. La buena noticia es que los y las participantes lo habían reconocido como la mentira que es. La noticia triste es que a lo mejor hay muchas más personas en el campo a las cuales esta idea parece un verdad.

Tomé mi lugar alrededor la mesa del taller, y por dos días escuché a los y las presentadores y participantes imaginarse los futuros. El diálogo creó un ambiente de esperanza dentro del cual los y las participantes podían reflexionar, por lo menos por un rato, sobre una mejor manera de existencia, y ofrecer las razones por su optimismo.  Sus ideas, planes y risa se combinaron para formar un antídoto al mito aleccionador que había leído antes. Pero, como si fuera para no dejar ninguna duda en la mente de todos sobre tal determinación, Don Edmundo, el presidente de una de las cooperativas participantes, tomó la palabra y ofreció una revocación aún más fuerte del mito de mi atención. “No somos pobres,” propuso, “tenemos una abundancia de muchas cosas. Somos ricos.”

Ahora, he escuchado muchas cosas valientes en Nicaragua. He observado muchas personas valientes, quienes han resistido quebrarse bajo el yugo de la pobreza extrema que han aguantado. Hay un sinnúmero de historias de coraje personal de campesinos rurales, sencillamente tratando de sobrevivir casi un aluvión sin fin de injusticias, desastres naturales y desgracias hechas por el hombre. Pero fue la primera vez que había escuchado alguien del campo empobrecido pregonar la riqueza como parte de su patrimonio. Don Edmundo seguía enumerando las fuentes de la riqueza que respaldaron su afirmación: la familia, la comunidad, la tierra, la comunión con la naturaleza, y la creencia en el mismo Dios implicado en la injusticia caprichosa del mito.  Detalló estos regalos como si calculara el tesoro de un cámara de seguridad, pesando cada talento en sus palabras como si fueran onzas de oro, pero aún más precioso.

No estoy seguro como sus compañeros y compañeras se sentían sobre su pronunciamiento. Habían personas asintiendo con la cabeza, pero quien sabe si las afirmaciones fueron un reconocimiento de la realidad, o una muestra de cortesía hacia él. Es posible que algunas personas reconocieron la misma verdad que yo escuché.  Esa verdad no tenía mucho que ver con las riquezas como nosotros en el occidente hemos aprendido a entenderlas. No abordó la capacidad romantizada de los pobres de pensar que lo poco que tienen es más de lo que realmente es. La verdad hablada en esa aula reveló que dentro de la profundidad de cada uno de nosotros, hay un anhelo y el instinto de haber creado algo de valor, de haber luchado por una medida de dignidad con nuestras vidas, y de haber logrado algo de eso. Esto no disminuye el dolor, la ansiedad ni la soledad de los pobres, pero puede dejar la verdad menos oculta para ellos que para aquellos cuyas vidas estén llenas con las distracciones de las riquezas al estilo occidental.

En un giro irónico, los empobrecidos y marginados pueden vivir más de cerca al entendimiento de esa verdad que el resto de la gente, y allí se coloca una porción de la riqueza del campesinado…

El Secreto de la Sabiduría

La semana pasada pasé un rato con el fundador de la Fundación Vientos de Paz, Harold Nielsen. Como siempre, conversamos sobre muchas cosas: lo que está pasando en Nicaragua, el estado de la economía mundial, el avance de varias iniciativas de la fundación, las campañas presidenciales en los EEUU, y varias cosas más. A lo mejor no parece inusual que dos personas conversen sobre tales temas, pero siempre considero las pláticas con Harold como unas oportunidades únicas para aprender, ya que él tiene 96 años. La amplitud de sus experiencias y perspectivas se hace más valiosa cada día, y su entendimiento del mundo y del comportamiento humano dentro de ese mundo son lecciones llenas de perspicacia. Cuando he tenido la dicha de sentarme con Harold y entrar en tales discusiones, me encuentro especulando sobre de donde consiguió Harold tanta sabiduría. Me hizo pensar que pocas veces buscamos la sabiduría de nuestros ciudadanos más experimentados en los EEUU. Con demasiada frecuencia consideramos que nuestros ancianos son anticuados, irrelevantes, fuera del contacto con los asuntos del mundo moderno. Es una lástima, porque hay mucho que necesitamos aprender, y muchas veces ellos son justamente las personas que nos pueden enseñar.

 

Harold compartió conmigo varias perspectivas que merecen reflexión y consideración. Pero lo más valioso no fue lo que propuso, sino algo que me preguntó. (Para Harold, no es inusual que me lleva a entender algo nuevo por medio de una pregunta en vez de la afirmación de una opinión). Estuvimos platicando sobre nuestra iniciativa en el campo de la educación en Nicaragua, cuando, de repente, él cambió el tema. Me pidió describir como fue mi experiencia de ser su empleado a través de los años, cuáles fueron sus fortalezas y debilidades, qué podría hacer en el futuro para ser un mejor líder, mentor e influencia y cómo podría mejorar su capacidad de ver esas características en otras personas.

 

Me sorprendió por varias razones. Primero, no esperaba una pregunta que exigía una respuesta tan personal, tan franca. Segundo, aunque Harold y yo hemos trabajado más como colaboradores que como empleado-empleador en los últimos años, mi respuesta me demandó pensar y recordar sus papeles anteriores en mi vida, cuando él fue el dueño de la empresa, el ejecutivo, el patrón de la fundación, y yo fui su empleado. Tercero, de todas mis experiencias laborales, Harold resultó ser por mucho el “patrón” más fácil y efectivo de todos; analizar sus debilidades y áreas en las que podía mejorar nunca se me ocurrió. Generalmente nunca me faltan las palabras, pero sus preguntas me dejaron mudo por el momento, mientras traté de formular una respuesta que fuera honesta y útil. Desafortunadamente, dudo que le haya ofrecido a él algo que él considerara beneficioso.

 

Mucho más tarde, todavía estuve pensando sobre esas preguntas, y me preguntaba a mí mismo por qué seguían ocupando mi atención. Durante mi carrera gerencial me hicieron las mismas preguntas muchas veces, pero nunca antes me tomaron con el mismo nivel de sorpresa como en ese momento. La diferencia fue que la pregunta me la hizo un hombre de 96 años, quien todavía busca aprender sobre sí mismo, todavía aspira a aprender más sobre su relación con otras personas, todavía quiere saber como puede hacerse más capaz de vivir, a una edad cuando la mayor parte de la gente ya han dejado de vivir, mucho menos que se hacen preguntas agudas e introspectivas. Lo que me sorprendió fue el reconocimiento de que sus preguntas revelaron la fuente de la sabiduría que he respetado por todos estos años.  Esa fuente fue la sed eterna de aprender que Harold tiene, una curiosidad sin fin sobre sí mismo, sobre las otras personas y el mundo que nos rodea.

 

Mucho más que simplemente un atributo de los avanzados de edad, la sabiduría verdadera se cultiva en el afán continuo de preguntar y entender, no solamente para su propia mejoría, sino para su aplicación a las circunstancias del mundo entero. La sabiduría rechaza la idea de jubilación de cualquier tipo, no da cabida a retirarse, prohibiéndonos de parar el flujo de la curiosidad natural que empujó las versiones más jóvenes de nosotros. Las respuestas a los retos contemporáneos que enfrenta la juventud de hoy a lo mejor se pueden descubrir en las curiosidades de sus ancianos; resultado de una vida entera de búsqueda. Y nosotros en medio de los dos grupos estamos mejor posicionados que el resto para beneficiarnos de ellos, si nos permitimos darnos cuenta de eso. A lo mejor todo esto es bien conocido por sicólogos y gerontólogos, pero es una observación nueva para mí.

 

¿Cómo puede un hombre de 96 años esperar cambiar la manera en que es percibido por otras personas, la manera en que se relaciona con otras personas, el nivel de su impacto positivo sobre ellos? No estoy claro sobre la respuesta, pero me encanta la pregunta. Y posiblemente sin darme cuenta comprobé un secreto hacia la sabiduría verdadera…