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Pagando la Deuda

por STEVE SHEPPARD, el 20 de febrero de 2013

La visita del mes pasado con las contrapartes en Nicaragua incluyó algunas visitas aleccionadoras con pequeños productores de café, quienes luchan con los impactos de la roya, como descritos aquí en mi blog anterior, “Las Caras de Pérdida”. Esta enfermedad incapacitante de plantas, junto con otras aflicciones que pueden suceder después de que la mata se debilita, tiene un impacto enorme sobre los rendimientos de estos agricultores, y amenaza su sustento. Hay una verdad del temor de que el impacto de este año de la enfermedad será más intenso que en años anteriores, y que algunos productores posiblemente no van a sobrevivir el ataque.

Una reacción inicial puede ser ofertar más asistencia de financiamiento, para ayudar a los productores que ya tienen un margen muy delgado para aguantar el ataque. O sea, enviar plata. Confieso que mi inicial respuesta visceral a la devastación de las fincas de café fue un sentimiento de pánico sobre como nuestras contrapartes vayan a poder conseguir suficiente financiamiento para recuperarse del golpe. Pero los recursos monetarios no siempre son la respuesta, y la agencias de cooperación que realmente entienden el contexto donde trabajan, y a la gente quienes forman ese contexto reconocen la verdad de esto. Al reflexionar, Vientos de Paz ha llegado a unas conclusiones adicionales que toman en cuenta no solamente el estado actual de la situación, sino el estado futuro también.

La realidad que enfrentamos es que no todas las fincas han sido afectadas al mismo nivel, ni de la misma manera. En parte es debido a la geografía, o sea el clima de diferentes alturas, y el nivel de exposición a otras fincas infestadas. Pero también es debido a las políticas y las prácticas implementadas por los productores al proteger el único activo que tienen: la capacidad productiva de su tierra. Para esos productores quienes han captado el conocimiento técnico necesario para la preservación cuidadosa de la salud de su tierra, prácticas como la fertilización selectiva, la renovación planificada de sus parcelas, el mejoramiento continuo y la inversión futura, todo esto ayuda a protegerse de los estragos de una infestación. Se puede hacerlo aun cuando el capital disponible para tales actividades es mínimo. Hay prácticas para mitigar el impacto de una enfermedad cafetalera. Hay una inversión que se puede hacer contra desastres futuros cuando se juntan el saber-hacer y la colaboración para ayudar a los productores entender mejor la tierra y sus modos.

Sin embargo, como es cierto para la mayor parte de las estrategias y los planes, puede haber obstáculos. Siempre hay una escasez de capital. Pero también hay que tomar en cuenta la manera en que se utiliza el capital limitado, resultando de la falta de conocimiento o la manipulación por gente externa, o sencillamente sucumbiendo a gratificaciones a corto plazo. El tiempo disponible tiene su precio, ya que familias rurales existen sobre ingresos sumamente pequeños, y dividen sus minutos cada día según la crisis que grite más fuerte para llamar su atención, gritos que a lo mejor no tienen nada que ver con las matas de café. La realidad puede entrometerse, y sí lo hace.

Dadas estas realidades y las consecuencias difíciles que frecuentemente resultan de ellas, puede ser un milagro que los campesinos productores no encuentren aun más reveses. Y con esa perspectiva en mente, Vientos de Paz está creando unas alianzas nuevas o ampliadas donde podemos. Conjuntamente con nuestras contrapartes rurales, fuentes locales de financiamiento y fuentes nacionales de asistencia técnica, y, esperamos, otras fuentes externas de financiamiento, FVP seguirá apoyando las contrapartes locales en el desarrollo de su conocimiento, sus capacidades y sostenibilidad agropecuaria. De veras, una parte de ese apoyo puede ser en la forma de capital de crédito. Pero a lo mejor el apoyo más duradero e importante será bajo la forma de ayuda técnica, talleres, capacitaciones, acompañamiento, reflexión y oportunidades de colaboración dentro de las cooperativas. Unas formas de fortalecimiento institucional vienen de afuera, pero cantidades enormes de conocimiento vivencial vienen de adentro también. Las cooperativas pueden halar fuerza tanto de los territorios donde residen, como del desarrollo interno; en un sentido, nos convertimos en lo que ponemos alrededor de nosotros.

La Fundación Vientos de Paz tratará de rodear a sus contrapartes con las ideas de colaboración entre las cooperativas: la participación significativa de esencialmente todos los socios, la visión de un administrador tanto hacia el futuro, como de cara al presente, y un sentido de auto-responsabilidad sobre el cual se puede construir esos futuros. La sostenibilidad de estas pequeñas empresas rurales descansa sobre un abrazo colaborativo por todo el país, y un entendimiento claro sobre lo que la tierra necesita a cambio de su generosidad. Como dijo un líder, “siempre hemos insistido en pagar nuestras deudas a nuestros financiadores. A lo mejor no hemos sido tan insistentes en pagar nuestra deuda con la Tierra, y con uno y al otro.”

Es una lección que todos nosotros necesitamos entender….

La intersección cerrada

Y usted pensaba que su viaje diario al trabajo era difícil

¡Y usted pensaba que su viaje diario al trabajo era difícil!

por STEVE SHEPPARD, el 29 de diciembre de 2012

El viaje del mes pasado a Nicaragua fue memorable por varias razones, no menos por un encuentro que experimentamos en el camino al norte para unas reuniones. Cerca de la municipalidad de Ciudad Darío, el tráfico empezó a ponerse muy lento. Unos kilómetros después se había parado completamente. Manifestantes se habían tomado la carretera en una intersección principal algunos kilómetros adelante, en una protesta bien planificada debido a los altos pasajes de bus. Se hicieron entender por medio de parar todo. Buses, camiones, carros, todos inmóviles. Y allá nos sentamos, atascados por detrás y por adelante, el tráfico parado tanto del norte como del sur, un embotellamiento completo en el campo.

La intransitabilidad de la carretera resultó ser suficiente significativa para aparecer en las noticias por todo el país, incluyendo una foto en la primera plana de uno de los diarios, que aparece arriba. Los manifestantes tuvieron éxito en hacer conocer su descontento, si no corregir la situación. Estaban molestos acerca de los aumentos en los pasajes del bus que habían experimentado recientemente, y fundamentalmente demostraban que si ellos no iban a poder viajar en bus, nadie más iba a viajar tampoco. He pensado sobre esos manifestantes y su embotellamiento, y me he preguntado tanto acerca de la génesis de sus acciones, como si augura algo para el futuro como tal.

Estoy bastante convencido que la razón por el aumento en el pasaje de bus fue el costo de combustible, y al subir los precios del combustible, los pasajes de bus tuvieron que seguirlos. Es la misma fórmula en el mundo entero, pero el bocado a los presupuestos personales de los pobres se siente más pronto y más profundamente que para el resto de nosotros. Además, los nicaragüenses del campo no tienen otra alternativa práctica a los buses atestados de gente que andan en el campo; son verdaderos rehenes a tanto las rutas sinuosas como los pasajes que cobran. Cuando el precio del combustible sube en los EEUU, los choferes se quejan y pagan el aumento. Cuando el precio del combustible sube en Nicaragua rural, el aumento resultante en el pasaje cambia el flujo y reflujo de la vida dramáticamente, y muy rápidamente. Por lo tanto, las manifestaciones.

No tenía sentido maldecir el atasco, y no nos causó inconveniencia verdadera. El atraso nos dio una oportunidad bienvenida, de hecho, de bajarnos y estirarnos al lado de la carretera, una diversión que se apreció de hecho. Por los dos lados, hasta donde uno podía ver, la carretera estaba llena de vehículos. Varias veces durante la espera, los vehículos se adelantaban apenas un poco, causando a los otros choferes a correr hacia sus vehículos en espera del fin de embotellamiento. Pero cada vez, el adelantito chiquito terminó siendo nada mas que las ilusiones de choferes impacientes, tratando de llenar cada espacio disponible en espera de avanzar. (En un caso particularmente “urgente”, el adelanto brusco repentino interrumpió a un pasajero del camión cuya necesidad de aliviarse no podía esperar más, pero cuya cobertura que le brindaba el camión se perdió cuando su chofer inesperadamente adelantó bruscamente el camión).

El embotellamiento me dio unas oportunidades interesantes de observar a las personas, y emergieron varias curiosidades. Al mirar el impacto tremendo que esta manifestación relativamente pequeña tenía sobre las vidas de muchos nicaragüenses, me hizo pensar sobre cuales tipos de escenarios se desarrollarían en el mundo en los meses y años venideros. Por supuesto, algunos escenarios ya están desarrollándose, como en Grecia y España. La situación inmediata acá representaba solamente una pequeña parte de la sociedad nicaragüense frente a uno o varios aumentos del pasaje, pero ¿cuáles serán las consecuencias cuando los aumentos sean más grandes aún y más frecuentes? ¿Cómo se va a ver el escenario cuando estos impactos empiecen a ser sentidos más profundamente dentro de los EEUU y en las otras economías grandes? Ser testigo a un atasco extenso de vehículos en una carretera nicaragüense en una cosa; ¿qué efecto parecido tendrá en las ciudades principales y locales muy rurales en otras partes del mundo? De repente, al atasco frente de mi se encogió en su tamaño, al contemplar las escaseces de energía y precios más altos que se hacen sentir en el mundo entero. Imagínense, por ejemplo, no tráfico en y alrededor de Los Ángeles.

El futurista Chris Martenson ha logrado sincronizar mucho de su pensamiento en su obra, Crash Course. En el libro describe con gran lucidez las intersecciones inminentes de sobrepoblación, demandas de energía crecientes en un mundo finito de energía, economías dependientes de energía y los costos de degradar el medio ambiente. Un científico por su preparación, Martenson ofrece su trabajo no como un visionario del futuro, sino como una persona quien tiene datos disponibles para respaldar la visión del significado de estas intersecciones para todos nosotros en los años inmediatamente venideros. El cuadro no es necesariamente de perdición y penumbra, sino una visión de una existencia muy diferente para la mayoría de nosotros. Y la fila de vehículos en un tramo rural de la carretera en el centro de Nicaragua es solamente una pequeña y temprana muestra de lo que podríamos bien vivir en el corto plazo.

Ese día algunos choferes descansaban en la grama al lado de la carretera, rindiéndose a la realidad de que no iban a ningún lado muy pronto. Escuché solamente unos pocos pitidos de los carros. Los pasajeros quienes iban al norte, se bajaron de sus buses y empezaron a caminar a donde los buses yendo al sur estaban parados; los pasajeros yendo al sur hicieron lo mismo, pero a la inversa. La estrategia fue que cada chofer regresaría de donde venía, intercambiando sus pasajeros con los buses del otro lado, y seguir sus viajes al norte y al sur. No sé si funcionó, dado que los buses estaban bien apretados, uno contra el otro, pero me parecía un buen plan. El dilema compartido creó casi un ambiente festivo entre los choferes y pasajeros atorados allá al lado del camino, dando veracidad al dicho que realmente a la miseria le encanta la compañía. Para nosotros, el atraso no interfirió con nada más que nuestra llegada al hotel de esa noche, lo más una inconveniencia leve.

Pero para muchos, el atraso largo en el flujo de tráfico creó una inconveniencia grande o peor aun. Al ver la fila masiva de vehículos tan largo como daba la vista, sentí como una previsión del mundo venidero, una intersección de realidades con el potencial de hacer parar mucho del mundo, un bloqueo del flujo de la vida económica, energética y ambiental que exigirá una paciencia extraordinaria, un sentido fuerte de comunidad, y un reconocimiento más profundo de los que poseen mucho menos recursos que el resto de nosotros. Porque finalmente, ninguno de nosotros puede estar tan bien como pudiera, con tal de que los otros que nos rodean estén mal; es la limitante del eslabón más débil.

Tal vez todos nosotros necesitamos ser interrumpidos por suficiente tiempo para buscar esa intersección cerrada y entender lo que haría a nuestros viajes respectivos…