por STEVE SHEPPARD, el 2 de diciembre de 2012
La semana pasada estuvo llena de historias sobre compras de navidad, descuentos especiales, el frenesí mostrado por consumidores, y si este año va a ser “mejor” que el año pasado, medido por dólares gastados por comprador. Esto puede dejarme sintiendo un poco harto sobre la temporada festiva, preguntándome qué pasó con “como todo se sentía”. Y después la historia sobre el policía de Nuevo York, oficial Larry DiPrimo salió en las noticias, y la temporada para mí ha cambiado categóricamente a mejor.
El oficial DiPrimo es el policía quien prestó atención a un hombre sin casa, sin zapatos, en las calles de Nuevo York, y llevó al hombre calcetines y botas del invierno para repeler las temperaturas bajo cero. El evento fue captado en una foto tomada por un transeúnte, una foto que ha agregado una amplitud y cierta longevidad al acto:
Ya cientos de miles de personas han visto la foto, y la foto en sí ya es un agradecimiento clásico gracias al internet. Es una historia que causa un sentido de bien por razones obvias, pero hay algo más en esta lección que aparece inicialmente.
Aún más notable que el acto de caridad en sí, fue que el Oficial DiPrimo pagó por los artículos de su propio bolsillo, sin expectativa de un reembolso, ni de atención alguna. El hecho de que el oficial se detuvo para ayudar a un hombre sin casa es una historia bonita; el hecho de que lo hizo de su propia preocupación y caridad lo convierte en un relato único. Los funcionarios públicos en nuestras vidas- policías, trabajadores sociales, consejeros- han aprendido temprano en sus carreras que no pueden resolver personalmente todos los asuntos de las vidas de sus clientes. Generalmente, lo más que pueden hacer es facilitar la asistencia de agencias o de otras organizaciones. Pero el Oficial DiPrimo sentía de otra manera. Decidió resolver este problema particular de este indigente en particular. Hace toda la diferencia en el relato, no solamente para el hombre, sino también para el oficial.
Otro elemento a esta historia que lo hace diferente de otros relatos de sentirse bien se encuentra en su deseado anonimato. Cualquier de nosotros podríamos ser motivados a ayudar cuando el resplandor de las cámaras, la sugerencia de la fama de YouTube y el estado instantáneo de héroe están en juego. Pero DiPrimo actuó al margen de las luces, sin darse cuenta de que se había tomado ni una sola foto, ni de que alguien había notado su gesto. El motivo fue desinteresado, y dar vida al dicho “el carácter es lo que hacemos cuando pensamos que nadie nos ve”. El acto de DiPrimo tuvo una pureza única.
Finalmente, esta historia capta el elemento de DiPrimo mismo. Ayudar a vagabundos sobre las aceras de Nuevo York puede ser considerado como parte del trabajo de DiPrimo. Se puede ver su generosidad como el acto de un hombre generoso, en simpatía con alguien menos afortunado, pero un acto que muchos de nosotros nos gustaría creer es parte de nosotros también. Pero DiPrimo no solamente le llevó los artículos, sino gastó su propio dinero por ellos. Al darle a él el regalo, se le ofreció a sí mismo también. No solamente dejó las cosas recién compradas con el hombre. DiPrimo actualmente se arrodilló al lado del hombre, y le ayudó ponerse los calcetines y las botas, y en el acto de dar, DiPrimo llevó esta historia a un nivel más alto que hubiera sido reportado en otras circunstancias. El servicio personal del oficial al hombre sin casa elevó este relato a un relato de dimensiones heroicas.
Esa es la razón por la cual tantos de nosotros nos sentimos atraídos a la foto y a la historia detrás de la misma. Resuena de algo profundo en nuestros corazones, que no siempre somos capaces de identificar ni explicar, pero que nos mueve tanto como cualquier emoción que podemos sentir en la vida. Inmediatamente reconocemos la rectitud del acto, el cariño que se refleja, una historia verdadera que termina-por lo menos en esa noche-con el poder del amor victorioso sobre la desesperanza. Deseamos ver un poco de nosotros mismos en el Oficial DiPrimo, y anhelamos sentir la misma compasión y urgencia de actuar que vemos en él. Sabemos que DiPrimo no es ningún santo, sino un hombre que sintió lo que a veces sentimos. Nos sentimos bien acerca de esta historia, como si hiciéramos el acto nosotros mismos. De repente reconocemos-aun si solamente por un momentito-que las posibilidades de tal servicio están vivas y bien, en algún lugar dentro de cada uno de nosotros.
La buena nueva de esta noticia aparentemente sencilla es que un hombre sin casa se hizo más cómodo por el acto de cariño de otra persona. La noticia aun más grande es que el alma servicial nos queda dentro de cada uno de nosotros, esperando su propio encuentro en cualesquier calles donde andemos…