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El Foro del Premio Nobel de la Paz

Por Steve Sheppard, el 15 de marzo de 2013

El fin de semana pasada asistí al Foro del Premio Nobel de la Paz. Fue la 25ta edición de la reunión de premiados de Nobel y una mezcla ecléctica de otras personas con intereses activos en la búsqueda de un mundo más justo y pacífico.  El Foro ya ha crecido para lograr la participación de unas 6,000 personas en su sitio en Minneapolis, además de a lo mejor miles más conectadas por la tecnologías de Internet que vincularon más de 20 países por todo el mundo.

El tema de la reunión de este año fue “El Poder de las Ideas: El Pueblo y La Paz”, y no hay duda que las ideas grandes representadas por los conferencistas de los plenarios, sobre todo, tuvieron un gran impacto por todo el mundo. Las y los participantes tuvieron la oportunidad de escuchar al laureado de 2006, Muhammad Yunus, el padre del microcrédito, el padre de la empresa social, el fundador del Banco Grameen y de más de 50 otras compañías en Bangladesh. La laureada de 2011 Tawakkol Karman recibió el Premio Nobel por su trabajo humanitario en favor de los derechos y la seguridad de las mujeres y los niños y las niñas de Yemen. Malcolm Potts es un obstetra y científico de la reproducción, educado en Cambridge, cuyo último libro es un vistazo interesante sobre el Sexo y La Guerra: Cómo La Biología Explica la Guerra y el Terrorismo y Ofrece el Camino a un Mundo más Seguro. El Dr. Paul Farmer es uno de los pensadores más destacados sobre la salud y los derechos humanos y las consecuencias de la inequidad social.  El Dr. Farmer ha escrito ampliamente sobre el derecho a la salud y lo sagrado de cada vida.  Pensadores poderosos, todos con ideas poderosas. La oportunidad de escuchar a estos activistas y “pioneros” siempre es inspirador, generalmente provoca reflexión, e incluso a veces transforma la vida de uno mismo.

Es fascinante escuchar las historias sobre como una sola acción decisiva de parte de personas, que parecen comunes y corrientes, puede generar tales movimientos transformadores. Debidamente el Foro sirvió, en parte, para celebrar la magnitud de las ideas; tal celebración es completamente merecida frente a la magnitud de los problemas que enfrentamos. Pero al estar sentado en el auditorio durante los tres días, y al absorber la inspiración de estos activistas narradores talentosos, me impresionó mucho algo mucho más pequeño que las grandes ideas atribuidas a ellos. Exactamente lo opuesto.

Si se considera la historia de Muhammad Yunus y el nacimiento del microcrédito, no es necesariamente un relato del Banco Grameen y los miles de millones de dólares que se han prestado a personas empobrecidas por todo el mundo. En lo más profundo es una historia de un profesor universitario que no podía reconciliar su conocimiento de la economía con su identificación con una mujer pobre, pidiendo en las calles de Bangladesh. En un momento de sentimiento, sea de un sentido de culpabilidad o de un sentido práctico, le prestó un monto pequeño, de ser pagado cuando pudiera, cuando se encontraran en la calle. Se encontraron. Ella le pagó. Y el resto, como se dice, se hizo historia.

Paul Farmer se ha convertido en una fuerza médica verdadera en el mundo, trabajando contra la costumbre y la burocracia por el bien de sus pacientes, quienes casi todos viven en los lugares más pobres del mundo. Pero empezó ejerciendo su profesión como médico en el país más pobre del Hemisferio Occidental – Haití – con la idea sencilla de ayudar a cada paciente que conociera. “La idea de que algunas vidas cuentan menos es la raíz de todo lo que es mal del mundo,” dice. Su historia es menos sobre las organizaciones y movimientos de salud que ha influenciado, y más sobre su compromiso con un paciente. Cada paciente.

Tawakkol Karman nunca pensó que iba a ser la laureada más joven de un Premio Nobel de la Paz. Básicamente ya no podía quedarse callada frente a la cultura opresiva, que negaba los derechos básicos a la mujer, incluyendo el derecho de expresar sus propias ideas libremente.  Con otras colegas, mujeres periodistas, simplemente decía “no” a la continuación de la censura del derecho de hablar, y “sí” a la promoción de todos los derechos humanos, “sobre todo la libertad de opinión y expresión, y los derechos democráticos.”

Los impactos han sido inmensos. Pero para cada uno de estos agentes de cambio el punto de partida fue una sola, pequeña acción. Cada uno buscó tener una influencia dentro de su propio nicho de la vida, para marcar la diferencia en la vida de un mendigo o paciente o colega. El contacto fue de cerca, y personal. Y dentro de esta mezcla de conexiones se creó algo único entre los actores, algo que tenía la capacidad de crecer más allá de sus dimensiones originales, y hacerse más universal en su naturaleza, una fuerza demasiado intensa para quedarse desconocida, un movimiento que capturó la imaginación del mundo entero. Ni Yunus ni Farmer ni Karman buscaron cambiar el mundo. Cada uno solamente intentó hacer lo que se podía, una prestataria, un paciente, un paso a la vez. De tales hechos nacen movimientos.

Una participante del Foro preguntó lo que ella posiblemente podía hacer frente a la inmensidad de los problemas del mundo, mencionando el hambre, las enfermedades, la pobreza y la opresión de todos los tipos. Pensé haber escuchado en su pregunta un sentido de  admiración sobre lo que los conferencistas del Foro habían compartido, y las iniciativas que se habían desarrollado bajo su activismo. Pero de veras su sentido de admiración podría haber estado dirigido a la simplicidad de como estos pioneros actuaron. Porque el poder de sus ideas viene de una verdad básica: no hay una causa más grande que el amor por el prójimo, no hay regalo más importante que el papel de atender a los que enfrentan una necesidad,  sea ayudar a un vecino, una organización, una comarca o un país. Cada uno de nosotros representamos una sola pieza en este gran rompecabezas de la vida. Es una pieza que necesitamos aportar…

Comunidad

Tuve la excepcionalmente buena suerte de viajar por Nicaragua hace unas semanas, visitando las contrapartes, sitios nuevos y aprendiendo una vez más de ellos lo que implica ser resistente y de buen ánimo. Estas lecciones son características de mis visitas por los años, y como resultado, cada vez me encuentro a mi mismo infundido con nuevas energías y mayor determinación. Pareciera que cada conversación, cada dilema, cada visita tiene la capacidad tanto de arrastrarme hacia abajo, como de levantarme, dependiendo de las circunstancias que se encuentren. La semana pasada, una de esas circunstancias sobresalió de una manera inmediata e imperiosa,  por lo tanto voy a compartirlo con ustedes aquí.

Una de las entidades que hemos financiado por años es NITLAPAN. Una organización adscrita a la Universidad Centroamericana (UCA), han llevado a cabo más investigaciones y estudios sobre el desarrollo en Nicaragua que nadie. Especializan en la investigación y creación de nuevos modelos y metodologías de desarrollo local. Promueven iniciativas concretas de desarrollo por medio de servicios financieros y no-financieros a las pequeñas empresas rurales y urbanas, sobre todo de mujeres y jóvenes.  Su álter ego, el Fondo de Desarrollo Local (FDL), ha establecido sucursales en gran parte del país para responder a tales necesidades, y en el proceso, se ha convertido en una fuente confiable de apoyo para los nicaragüenses rurales. Es una organización efectiva, que tiene un impacto en diferentes partes del país, y por lo tanto una organización que nos da satisfacción apoyar.

Hace poco, NITLAPAN asumió un proyecto de asistencia técnica para una comunidad remota, Santa María de Wasaka. Su proyecto implica acompañamiento y enseñanza, proporcionando a las personas de la comunidad insumos y capacitaciones para que los y las participantes puedan mejorar su propia alimentación y la de su familia. Ya que la fundación había tomado la decisión de financiar el costo del proyecto, parecía un destino lógico durante la visita de una semana.

 

Ahora cuando digo que esta visita se dio durante la última parte de la temporada de lluvia, pueden imaginar una lluvia calorosa y suave sobre las copas de un bosque tropical húmedo. Pero frecuentemente la temporada de lluvia trae un diluvio repentino a la tierra. Y si el aguacero se da al final de la temporada – cuando la tierra ya está saturada con las lluvias anteriores – el resultado puede ser catastrófico en su alcance. Tales fueron las condiciones al conducir la camioneta sobre el camino a Wasaka. Un puente sobre el río – dudoso para uso vehicular en sus mejores días – esencialmente fue arrasado. El río mismo corría rápido, aun hinchado de un aguacero de hace unos días, descartando cualquier intento de pasar por él. Caminar el resto de la distancia resultó ser nuestra única opción; nos pusimos nuestras mochilas y empezamos a caminar el resto de más o menos dos kilómetros y medio.
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Una caminata en el sector rural frecuentemente es algo valioso para mi, un cambio bonito de las horas sentadas que hacemos. Me da una oportunidad de experimentar el campo de cerca, tardarse con vistas bellas, y demasiado frecuente absorber completamente las condiciones primitivas en las cuales los habitantes rurales se encuentran. Hace que las circunstancias del campo cobren vida, para bien o para mal, y crea una perspectiva que es difícil encontrar por otros medios. El camino a Wasaka exigió cuarenta y cinco mi

nutos de caminar, observar y reflexionar. La vía serpenteó arriba y abajo de los cerros, todavía húmeda
y con charcos de las últimas lluvias, cercada de ambos lados con el crecimiento profundo del bosque que dio privacidad a la mayor parte de los residentes allá, una ruta bella y misteriosa y vagamente desconcertante por lo que quede escondido en la profundidad más allá de su borde.

Al llegar nosotros, muchas de las participantes se habían reunido para una sesión de capacitación. Se juntaron alrededor una olla grande, hirviendo del calor de un fuego abierto. Varias mujeres removían el contenido de la olla. Me hizo recordar de un guiso comunitario, y en cierto sentido, fue exactamente eso. Los técnicos de NITLAPAN enseñaba los secretos de un insecticida orgánico, que se podría producir por la fracción del costo de los tratamientos químicos, y que sería mucho mas seguro, tanto para las personas trabajando la huertas como para el medio ambiente. Aunque las y los participantes fueron atentos, hicieron una pausa para saludarnos y darnos la bienvenida. Uno a uno, nos ofrecieron sus saludos y explicaciones de las lecciones aprendidas ese día. Pero compartieron más que eso, también.  Reflexionaron sobre los eventos difíciles de los tres días anteriores.

Habíamos entrado a un lugar de emociones terriblemente encontradas.  Temores persistían de las secuelas de una inundación repentina de hace varios días. Tristeza cubría la comunidad por la pérdida de un pequeño niño, ahogado en el agua rápida que había envuelto mucho de la zona. Frustración surgía de la pérdida económica, ya que la inundación repentina destruyó muchos de los nuevos huertos que fueron el objeto de su capacitación y sus esfuerzos. Una intensidad nació de la necesidad de aprender más rápido, de mejorar el saber-hacer y producción; era visible en la cara de cada persona con que nos encontramos. Al igual que la esperanza y la determinación. “Me sentí muy triste esta mañana,” una mujer se confesó, “pero luego conocí a este hombre (el técnico de NITLAPAN) y me ayudó a sentir esperanza de nuevo, me dijo que podríamos empezar de nuevo.” “Damos gracias a Dios por la oportunidad de aprender y mejorar nuestros huertos, “ dijo otra persona. “Mi huerto fue arrastrado completamente, pero con la ayuda de estos hombres (los técnicos de NITLAPAN) voy a empezar de nuevo.” “Esperamos que no sea su última visita aquí con nosotros. Cuando regresen, van a ver algo bonito,” prometió otra persona.

Por supuesto, ya habíamos visto algo bonito allá en los cerros de Santa María de Wasaka. Algunas personas lo llamarían valor. Otras preferirían la idea de resistencia, otras lo caracterizarían como determinación. No importa el nombre que se da a esa química comunitaria, merece nuestra atención. Las personas de Wasaka no son únicas. No son algunos idealizados “pobres nobles”, buscando simpatía y admiración por su situación grave. Sencillamente están haciendo lo mejor que pueden. Personas comunes. Personas que hacen lo mejor para enfrentar sus circunstancias, las cuales podrían convertir a los más fuertes de nosotros débiles. Y aun así perseveran, se levantan después de ser tumbados, buscan el amanecer después de una tormenta. Las personas que hablaban con nosotros se sostenían uno al otro, emocionalmente y de su actitud. Y en el proceso, nos dieron el ejemplo de lo mejor que la psique humana puede ser: humilde, cariñosa, responsable por el mundo, renuente a rendirse, fuerte de cara a grandes obstáculos. Me acuerdo de que me pregunté si alguien podría describirme a mí así.

Derramé una lágrima durante la caminata de llovizna de regreso a la camioneta. Me protegía la oscuridad, escondido de las otras personas, al contemplarme a mí, arrastrado hacia abajo y luego levantado, todo en el transcurso de una breve tarde…

 

 

La Riqueza del campesinado

por STEVE SHEPPARD, el 14 de noviembre de 2012

En cierto sentido, es completamente apropiado que la Fundación Vientos de Paz asuma el campo de la educación como una de sus prioridades, ya que aprendimos mucho de nuestros intercambios con las poblaciones rurales en Nicaragua. Cada visita me ha abierto a perspectivas que  a lo mejor nunca hubiera conocido si no fuera por las visitas con un amplio rango de “profesores” nicaragüenses. En algunos casos, creo que estos educadores se dan cuenta que están enseñando al “gringo” algo nuevo; en otros casos, el momento de enseñanza puede pasar sin reconocimiento del impacto o significado. En ambos casos, he sido el beneficiario de lecciones que tienen el valor de un título pos-grado dadas por unos profesores increíbles. Una de dichas lecciones salió hace un par de semanas en el último día de un taller de dos días con los socios y las socias de unas cooperativas de café.

El proceso de los talleres – facilitados por los investigadores René Mendoza y Edgar Fernández – ha sido relatado en este blog anteriormente. Los talleres buscan crear entendimientos nuevos y alianzas entre los y las participantes en la cadena de la producción y comercialización de café dentro de un territorio específico. Se comparte información técnica valiosa, pero se da a los y las participantes una amplia oportunidad de ser elocuente sobre los otros factores que juegan un papel en el éxito o fracaso de los y las productoras rurales. Ellas/os abordan temas como su fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas estratégicas. Hablan sobre los obstáculos políticos y culturales que bloquean su avance. En esta ocasión también explicitaron docenas de mitos – suposiciones consideradas verdades por muchas personas, pero de hecho son falsas – cuya aceptación frecuentemente obstaculiza cambios positivos.

La lista elaborada por los y las participantes fue larga e impresionante por su envergadura; anotaciones llenando grandes hojas de papelógrafo cubriendo dos paredes de la sala, casi rodeándonos a todos con ficciones tan diversas como los y las participantes mismos. Es realmente asombroso lo que nos permitimos creer. Entre las 115 frases, se destacó una para mi: “Dios hizo a los ricos y a los pobres, y él me hizo pobre.”

Paré mi lectura de la lista de los mitos por unos momentos cuando llegué a éste. De todas las no-verdades y tergiversaciones sobre la pared, ésta me chocó como la más notoria desde varias perspectivas: invocó la presencia de Dios como una entidad que deliberadamente destinó a estas personas a ser pobres; que según el juicio de Dios, nunca dejarán de ser pobres; que su pobreza es irreversible; que por algunas razones caprichosas, la pobreza de los campesinos sencillamente “así tiene que ser”, mientras que se dispuso que los ricos vivieran cómodamente. Las consecuencias de solamente este mito contenía suficiente derrota y dolor para mantener a las familias rurales humildes en su lugar para siempre. El mismo significaba una finalidad que eliminaba todo sentido de esperanza en el futuro, la única cuerda de salvamento a la cual todas las personas tienen que aferrarse si tienen la posibilidad de vislumbrar un futuro. La buena noticia es que los y las participantes lo habían reconocido como la mentira que es. La noticia triste es que a lo mejor hay muchas más personas en el campo a las cuales esta idea parece un verdad.

Tomé mi lugar alrededor la mesa del taller, y por dos días escuché a los y las presentadores y participantes imaginarse los futuros. El diálogo creó un ambiente de esperanza dentro del cual los y las participantes podían reflexionar, por lo menos por un rato, sobre una mejor manera de existencia, y ofrecer las razones por su optimismo.  Sus ideas, planes y risa se combinaron para formar un antídoto al mito aleccionador que había leído antes. Pero, como si fuera para no dejar ninguna duda en la mente de todos sobre tal determinación, Don Edmundo, el presidente de una de las cooperativas participantes, tomó la palabra y ofreció una revocación aún más fuerte del mito de mi atención. “No somos pobres,” propuso, “tenemos una abundancia de muchas cosas. Somos ricos.”

Ahora, he escuchado muchas cosas valientes en Nicaragua. He observado muchas personas valientes, quienes han resistido quebrarse bajo el yugo de la pobreza extrema que han aguantado. Hay un sinnúmero de historias de coraje personal de campesinos rurales, sencillamente tratando de sobrevivir casi un aluvión sin fin de injusticias, desastres naturales y desgracias hechas por el hombre. Pero fue la primera vez que había escuchado alguien del campo empobrecido pregonar la riqueza como parte de su patrimonio. Don Edmundo seguía enumerando las fuentes de la riqueza que respaldaron su afirmación: la familia, la comunidad, la tierra, la comunión con la naturaleza, y la creencia en el mismo Dios implicado en la injusticia caprichosa del mito.  Detalló estos regalos como si calculara el tesoro de un cámara de seguridad, pesando cada talento en sus palabras como si fueran onzas de oro, pero aún más precioso.

No estoy seguro como sus compañeros y compañeras se sentían sobre su pronunciamiento. Habían personas asintiendo con la cabeza, pero quien sabe si las afirmaciones fueron un reconocimiento de la realidad, o una muestra de cortesía hacia él. Es posible que algunas personas reconocieron la misma verdad que yo escuché.  Esa verdad no tenía mucho que ver con las riquezas como nosotros en el occidente hemos aprendido a entenderlas. No abordó la capacidad romantizada de los pobres de pensar que lo poco que tienen es más de lo que realmente es. La verdad hablada en esa aula reveló que dentro de la profundidad de cada uno de nosotros, hay un anhelo y el instinto de haber creado algo de valor, de haber luchado por una medida de dignidad con nuestras vidas, y de haber logrado algo de eso. Esto no disminuye el dolor, la ansiedad ni la soledad de los pobres, pero puede dejar la verdad menos oculta para ellos que para aquellos cuyas vidas estén llenas con las distracciones de las riquezas al estilo occidental.

En un giro irónico, los empobrecidos y marginados pueden vivir más de cerca al entendimiento de esa verdad que el resto de la gente, y allí se coloca una porción de la riqueza del campesinado…